Lo que decides hacer
En mi pueblo, Salvatierra, Gto. se celebra un Festival de Jazz Blues iniciativa de un médico veterinario zootecnista entusiasta de esos estilos. Personalmente pensé en un inicio que la idea no era mala pero tratándose de estilos más bien culturales iban a requerir algo más que "Entusiasmo". Por otro lado sé cómo es Salvatierra, especialmente los grupos sociales que orbitan en los dos poderes del pueblo, el económico y el político y sé que es poca la gente que realmente conoce el jazz y el blues. Realmente se trata de una minoría que podría definir las veras raíces y el vero desarrollo de esos estilos y un festival de esa naturaleza es idóneo para ciudades cosmopolitas como CDMX, Memphis, San Francisco, Chicago, París, Londres, Roma, Madrid, New York, Buenos Aires, Sidney, Tokyo y otras a la altura pero en México, fuera de CDMX, Monterrey y Guadalajara, al menos en mi humilde opinión, esos festivales son un tanto "Snobs". Desde luego puedo equivocarme pero en el caso de Salvatierra, y con el respeto debido, sigo pensando que su principal atractivo radica más en lo festivo y en la oportunidad de convivencia que realmente en el Blues o el Jazz o los ejecutantes de estos. Aunque no niego que la música les pueda resultar agradable, obvio. Esto anterior lo expreso sin afectación ni atacando sino simplemente porque es mi criterio, muy personal y porque de esto derivó, por un lado un alejamiento del creador de dicho festival que era mi amigo, y por otro lado muchas reacciones tanto a favor como en contra de mi criterio.
En base a esto, y por consejo de mi mánager y de mi agente de prensa, decidí reconsiderar mis opiniones y ofrecí una disculpa pública por los ataques de mi parte y pensé que al menos yo quedaba tranquilo pero de pronto me llegaron más mensajes y correos criticándome por haber reculado mi criterio "Anti Festival" y desde quienes simplemente no compartían conmigo mi decisión, hasta insultantes disgustados que me llamaron "Pinche agachón de mierda". Lo de menos son los insultos, ojalá lo hicieran de frente, en realidad es el hecho de que algo tan personal y propio como es mi criterio produzca tanta urticaria. En colegas y amigos cercanos puedo entenderlo, más no justificarlo, pero en terceras personas, las mismas que van y le enseñan al organizador mis opiniones, sí resulta un poco, digamos, ocioso y aburrido.
En base a esto, y por consejo de mi mánager y de mi agente de prensa, decidí reconsiderar mis opiniones y ofrecí una disculpa pública por los ataques de mi parte y pensé que al menos yo quedaba tranquilo pero de pronto me llegaron más mensajes y correos criticándome por haber reculado mi criterio "Anti Festival" y desde quienes simplemente no compartían conmigo mi decisión, hasta insultantes disgustados que me llamaron "Pinche agachón de mierda". Lo de menos son los insultos, ojalá lo hicieran de frente, en realidad es el hecho de que algo tan personal y propio como es mi criterio produzca tanta urticaria. En colegas y amigos cercanos puedo entenderlo, más no justificarlo, pero en terceras personas, las mismas que van y le enseñan al organizador mis opiniones, sí resulta un poco, digamos, ocioso y aburrido.
Pero me encantaría decirle a quienes sí son mis amigos y que se sienten decepcionados de mi cambio de actitud, algunas cosas. Es muy fácil estar molestos o incómodos por lo que hacen otras personas, como es el caso del creador del festival, o los que encabezan otras cosas, no importa cuáles, pero ese malestar solamente nos afectará a nosotros mismos, no nos permitirá crecer ni salir adelante y, peor, solamente demostrará, para nosotros mismos, que no somos capaces de hacer algo mejor. Atacar a Vicente Corona no me hará mejor que él ni demostrará que yo sea superior, de hecho demostrará que lo que tengo es envidia. No opino que el Salva Blues Jazz Fest (así se llama el festival) sea lo mejor que le haya sucedido a Salvatierra (tampoco La Marquesada, por cierto) pero creo que no es algo en lo que yo quiera poner o quitar ni mi contribución ni mi opinión porque ni estoy en Salvatierra ni tengo ganas de ofrecer NADA para Salvatierra. Sin embargo creo que lo cortés no quita lo valiente y el reconocer mis excesos no me hace menos hombre ni menos músico.
Este es el punto. Obedecer o quedar bien con alguien, especialmente mis colegas más recalcitrantes, no me hará mejor o peor, simplemente me hará ser lo que los demás quieren que sea y yo no puedo ser así. Lo que yo hago puede no gustarle a muchos pero también existen a quienes les encanta y eso me hace tener un compromiso con esa gente que ha pagado por los discos que se están vendiendo y que ha apartado lugar para los conciertos planeados como el de San Hipólito. No han sido pocos años ni ha sido poco el sufrimiento así que, tal y como respeto a los colegas, también manifiesto y solicito mucho respeto para mí. Solamente esos colegas saben lo que representa llevar esta carga de ser un músico y artista que trata de no prostituirse y que ha pasado por demasiadas cosas para obtener lo mucho o lo poco pero que al final de cuentas se ha obtenido.
Tener un proyecto no es la cosa más sencilla del mundo y darle forma es todavía más complejo. He visto pasar muchos colegas en el camino y algunos me han traicionado arteramente (Omar Jacobo, Judith Hernández, Luis Elizondo y Alfredo Flores, por ejemplo) y he visto otros que simplemente no se toman en serio esto de tocar música y prefieren fingirse severamente enfermos en lugar de seguir adelante con lo acordado. Los he tenido que tienen un ataque de ego y hacen su pataleta marchándose y luego hacen una peor queriendo regresar. Los hay que se han sincerado diciendo que "La neta no me gusta tu onda". Es cierto que puedan tener razón pero también es cierto que a ninguno de ellos les he visto hacer algo mejor. En treinta y ocho años de tocar la guitarra he convivido con tres generaciones diferentes de músicos y me sorprende que los de antaño, que hoy rondan los casi sesenta años, muchos aún están en activo y hasta tienen una empresa implicada en el espectáculo en tanto los más jóvenes, de entre veinticinco a cuarenta, la mayoría dejaron ya la música. He tratado con toda clase de situaciones que me han llevado tanto a la cúspide y el triunfo como a las situaciones más humillantes posibles. He sido vilipendiado así como también alabado y, créanme, hoy a todos les agradezco, especialmente a los que me insultaron, porque sin conocer mis limitaciones no habría podido conseguir lo que he logrado.
Salir a tocar ante caras nuevas que no sabes si te aceptarán o rechazarán es algo que te produce mucha incertidumbre pero es una tarea que se tiene qué hacer. Es como salir a la obscuridad a pesar de haber luces, es como probar una comida nueva sin saber si te va a indigestar, o como probar una bebida sin saber a que sabrá o si será peligrosa. Pasar tantas horas aprendiendo a tocar, practicar aún más horas, endeudarte para comprar equipo, buscar jetas para que alguien quiera tocar contigo (ahí disculpen Vassy Courtes, no es contra ustedes), invertir horas de ensayo y hasta el tiempo que se tarda uno en componer la música y en el caso de canciones ajenas aprendérselas no es lo más sencillo. Nadie sabe, no el miedo, sino el terror escénico en determinadas situaciones, nadie sabe las dosis necesarias de adrenalina para poder superar ese vacío en el estómago. Nadie sabe lo que representa tener que lidiar con esa carga cuando el público ya te aceptó y debes mantener el nivel o de otro modo vas a caer al vacío y nadie sabe lo pesado que es asumir el estigma que te marca cuando te has puesto como el estandarte de tu propia creación. A mucha gente le gusta que bailes socialmente al son que esa gente te toca y jamás aceptará que seas tú mismo, que seas genuino y que expreses ideas propias. Y también los más de mis colegas sabrán que es muy difícil estar rodeado de comparsas que no pagarán por un disco ni la entrada de una de tus actuaciones y que muchas veces se molestan contigo porque no tuviste una cortesía permanente con ellos así como sabrán esos colegas que hay quienes piensan que te hacen un favor permitiéndote tocar a cambio de una cerveza o una limosna en una copa en medio del escenario (esos weyes cómo me cagan). poca gente entenderá que ser músico de Rock es una profesión tan respetable y costosa como lo puedan ser la de Arquitecto o Dentista.
No, el ameritar o demeritar a Vicente Corona no me hará mejor o peor, simplemente me hará "Alguien que se fija en Vicente" y hace rato que dejé de sentir envidia por lo que hacen los demás. Hoy me alegro del triunfo de mis colegas músicos y hasta me alegra saber que Vicente, su esposa Wendy y sus hijos Vicos y Nicole, hayan logrado levantar una empresa familiar con su proyecto del Salva Blues Jazz Fest" aunque no esté yo de acuerdo ni con el fondo ni con la forma. Tendría yo que ponerme a a analizar detenidamente si en el fondo no me habría gustado a mí encabezar o ser parte de ese proyecto. Tendría que meditar si en el fondo no soy yo el que ve todo mal. Aún sin estar del todo de acuerdo con la filosofía integral de ese festival, es cierto que al menos ellos ya lo hicieron,
No es al amigo o al conocido al que hay que hacer guerra, en realidad es hacia el interior, hacia esa zona de uno mismo que no se consigue dominar. Todo estriba en la vieja pero cierta frase de "Si no doy, mejor no quito". Así que por esa simple razón decidí disculparme con Vicente Corona, al margen de que mi equipo me lo hubiera sugerido. Decidí que eso de hacerle el caldo gordo a los idiotas lambiscones que lo mantienen al tanto de mis opiniones y que no tienen huevos de reclamarme a mí, es una forma muy estúpida de perder el tiempo. Aparte de todo, ya he perdido demasiados amigos por mi tendencia a decir exactamente lo que pienso.
Así las cosas, hoy prefiero simplemente cantar y tocar mi guitarra.
Gracias.
Messy Blues
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